Primeras fisuras en el núcleo duro del Kremlin

Primeras fisuras en el núcleo duro del Kremlin

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Un oficial ruso destacado en el frente de Nicolayev llamó hace dos días a un compañero de armas desplegado en otro frente y lo hizo con su teléfono personal. La llamada la interceptaron los ucranianos, que tardaron en colgar el audio en sus redes sociales lo que dura la operación de editarlo. El resumen de las quejas de este oficial ruso es: «Esto es peor que Chechenia. El 50% de mis tropas han desaparecido. No podemos evacuar a los muertos y nuestros propios aviones nos han bombardeado».

No sabemos si es el sentir general de la tropa, pero cada vez hay más quejas por el pobre desempeño en el alcance de los objetivos primarios, las enormes bajas y la ausencia de información sobre lo que realmente les esperaba en el campo de batalla.

Según la cifra filtrada en la página web del segundo periódico más vendido de Rusia, y borrada poco después, las bajas rusas ascienden a casi 10.000 muertos y 16.000 heridos. Unos números que la Inteligencia de EEUU no se atreve a confirmar por falta de datos pero que ve plausibles.

Muchos de esos soldados comienzan a llegar a casa para ser enterrados por sus familias, lo que va minando la opinión pública rusa a favor de la guerra. Son seis generales ya los abatidos por los ucranianos, que sumados a 17 coroneles, convierten lo que va de operación en una invasión sangrienta y ruinosa. En el estamento militar comienzan a echar la culpa al máximo responsable, que no es otro que su comandante en jefe, el que lleva la guerra desde su despacho: Vladimir Putin.

Pero no sólo en el campo militar comienza a detectarse cierta zozobra: también en el político. Anatoly Chubais, enviado especial del Kremlin, dimitió y abandonó el país. La razón: su oposición a la guerra en Ucrania, según informaron medios como Bloomberg citando a dos personas conocedoras de la situación. Chubais no es un cualquiera: fue viceprimer ministro y bajo el mandato de Putin asumió los principales puestos en las grandes empresas estatales, además de formar parte de su círculo de pretorianos.

«Es verdad. Anatoli Borísovich deja su cargo», dijo una fuente del entorno del otrora ministro de Finanzas y viceprimer ministro ruso. Otra fuente advirtió de que Chubais ha abandonado Rusia. «Ha renunciado y se ha ido», dijo. Otras dos fuentes que conocen a Chubais aseguraron al periódico de negocios ruso RBC que ya está en Turquía. Kira Yarmish, portavoz del disidente Alexei Navalny, tuiteó que Chubais «dejó Rusia solo por temor por su propio pellejo y su propio dinero».

La espantada de Chubais se produce después de que la semana pasada, Putin aumentase la presión sobre los críticos con la guerra (o descontentos con sus consecuencias), diciendo que limpiaría a Rusia de la «escoria y los traidores», a los que acusa de trabajar para Estados Unidos y sus aliados. Ese mismo día, al menos cinco oligarcas subieron a su jet privado y se marcharon a Dubai, en principio sin billete de vuelta.

Chubais es una figura controvertida dentro del Kremlin. Es conocido como el arquitecto de las privatizaciones de Rusia en la década de 1990 y fue mano derecha económica de Boris Yeltsin durante años. Se considera que Chubais fue quien le dio a Putin su primer trabajo en el Kremlin a mediados de la década de los noventa. Y apoyó su ascenso al poder a finales de esa misma década. Pero es odiado por muchos rusos por las convulsiones de la terapia de shock capitalista de aquellos años de corrupción. Pertenece al diezmado círculo de los liberales que en 2014, con la toma de Crimea y Donbás, quedaron definitivamente orillados en favor de los siloviki (los ejecutores) el otro bando en torno a Putin, la gente del ejército y los servicios de seguridad. Los victoriosos que rodean a Putin actualmente. Chubais es hasta la fecha es el funcionario de más alto nivel que rompe con el Kremlin por la invasión.

Pero no es el único que ya no sale en las fotos. Muchos analistas señalan que no se ha visto al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, en público desde el 11 de marzo, cuando entregó una medalla a uno de los soldados. Lo cierto es que apenas se le ha visto desde que comenzó esta guerra. Valery Gerasimov, su mano derecha y jefe del Estado Mayor de Rusia, también está desaparecido de las cámaras y fuentes militares europeas lo dan por apartado de su cargo, aunque no destituido.

Sergei Shoigu ni siquiera acudió a la reunión con Putin el pasado 27 de febrero en la que se le ordenó poner las armas nucleares en alerta máxima. Shoigu, amigo personal de Putin, forma parte de su círculo íntimo. En la última reunión televisada dos días antes de la guerra, también se le vio incómodo, al igual que al jefe de los espías. «Todo va según lo planeado, pero los dos generales del FSB que se suponía que iban a organizar el anti-Maidan en Kiev están, según investigadores como Andrei Soldatov y Christo Grozev, bajo arresto. Y Shoigu ha desaparecido de las pantallas. Así está el plan», denuncia la periodista rusa Yulia Latynina.

Fuentes de Inteligencia occidentales relatan la tendencia de los cuerpos rusos a tratar de ganarse el favor (y las medallas) de Putin y actúan buscando el protagonismo propio olvidando cualquier coordinación en el campo de batalla. Por eso los tanques avanzan sin infantería, la aviación no apoya los avances por tierra y los barcos rusos esperan una ofensiva desde el este de Odesa que parece que nunca llega para apoyar su propio desembarco.

En el terreno militar, los satélites mostraron ayer la enorme cráter de escombros en el que se ha convertido Mariupol, aún en manos ucranianas, como Nicolayev, Irpín, Bucha, Jarkov… Y Kiev tras 29 días.