Las sanciones al petróleo ruso, encalladas desde hace una semana

Las sanciones al petróleo ruso, encalladas desde hace una semana

El quinto paquete de sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania tardó casi tres días en ser aprobado y generó una sensación de impotencia y dudas importante en Bruselas. Los anteriores habían salido en tiempo récord, empujando todos a una según caían las bombas. El quinto era el que afectaba al carbón, con un periodo de transición de hasta cuatro meses para poder respetar los contratos, pero la discusión entre los embajadores de los 27 en Bruselas, y las tensiones entre quienes querían más margen y los que abogaban por cortar ya por lo sano, mostró las costuras de una posición cada vez más inestable. Ahora, subiendo el tono aún más y tratando de desligar definitivamente a la Unión Europea del petróleo ruso, las costuras están a punto de saltar.

Hay una parte que se ve, más evidente, y otra que no. Hungría es quien se está oponiendo más claramente al paquete propuesto hace siete días. Lleva semanas diciendo que no está de acuerdo con ir a por los hidrocarburos, que es demasiado radical, que no hay alternativas, que es demasiado caro, que es imposible. E incluso que es peligroso, más allá de para las economías. Lo ha dicho una y otra vez Viktor Orban y lo están dejando claro sus negociadores, desde el comisario europeo de su nacionalidad a los embajadores, pasando por cada ministro. Es la razón principal de que el paquete esté parado.

No es sólo el crudo, porque también hay planes para añadir a más militares y civiles rusos en las listas negras comunitarias, que ya cuentan con más de 1.000 nombres, lo que implica congelación de activos o la prohibición de entrar en la UE. Desde la ex gimnasta Alina Kabaeva, presunta amante de Putin, a Cirilo, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa y apologeta convencido de Putin. Orban se opone también a ello y ahí sus socios ya no son nada comprensivos.

Hungría lleva años vetando sistemáticamente medidas de Política Exterior, en especial las que tienen que ver con Israel, China y Rusia. Hasta ahora había tenido cuidado con las sanciones (algunas se empezaron a poner tras la ocupación de Crimea) pero ahora no hay caretas. Orban cree que su país no está preparado para prescindir del petróleo ruso y no acepta los planes puestos en la mesa por la Comisión y aceptado por la mayoría de socios, que darían seis meses para cortar las importaciones de crudo y hasta final de año para el refinado. Pero tampoco le parece suficiente la oferta a medida diseñada para Hungría, Eslovaquia e incluso República Checa, que les daría un año adicional. O hasta dos. Quiere una exención total, quedar completamente al margen. Y por eso no hay acuerdo todavía.

Entre los 27 hay comprensión para las situaciones concretas, a pesar de que los avisos para reducir la dependencia energética se llevan produciendo años. Entienden que un país con total dependencia, como Eslovaquia, vaya a necesitar tiempo para buscar otros proveedores o para cambiar sus infraestructuras, que sólo pueden refinar crudo ruso. E incluso va a necesitar una ayuda económica importantísima. Y lo mismo ocurre con las exigencias de Grecia, Malta o Chipre, que quieren que sus barcos sigan pudiendo transportar petróleo ruso a otras partes del mundo. Pero en Budapest parece haber poquísima voluntad. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajó el lunes de forma exprés para tratar el tema directamente con Orban, y no fue bien. Su equipo, siempre presto para publicitar sus viajes, iniciativas y reuniones mantuvo un perfil bajísimo y no quiso ni comentar ni ofrecer imágenes.

La reunión no resolvió nada y a petición de Orban se propuso una teleconferencia con los países afectados, y con Francia que presidente todavía este semestre la UE, pero lo que debía haberse producido este martes fue aplazado sin razones concretas. Durante el fin de semana, los embajadores de los 27, conocidos como el Coreper, se reunieron para intentar desbloquear la cuestión, pero no fueron capaces. El lunes hay un Consejo de ministros de Exteriores en Bruselas. El responsable de temas europeos francés. Clement Baune, indicó este martes que confía un acuerdo a lo largo de la semana, pero no sobre qué bases. Que tendrá que ser un traje a medida para Orban está claro. La posición ahora mismo es pragmática: mejor algo que nada. Y es más potente un acuerdo a 27, aunque haya exenciones inexplicables, que un acuerdo voluntario a 26 con el mismo resultado y peor imagen.