Boric apuesta por la prudencia tras el referéndum: se juega el éxito de su Presidencia

Boric apuesta por la prudencia tras el referéndum: se juega el éxito de su Presidencia

Referéndum Tres años después del estallido, Chile decide el camino a tomar

En el filo de la historia, ni la hora estaba clara en Chile en el día del referéndum que polarizó al país. En la medianoche del sábado, los relojes deberán adelantarse una hora, que es lo que habitualmente sucede en el primer fin de semana de septiembre en la quinta economía de América Latina. Pero el plebiscito constitucional todo lo altera: en las primeras horas del domingo, muchos relojes habían adelantado automáticamente la hora, ajenos a la decisión del gobierno de postergar esta vez por una semana el adelantamiento.

Era una pequeña señal de que el gobierno tiene sus límites a la hora de controlar las cosas. Algunos relojes van por libre, y lo mismo sucede con la dinámica política: más allá de si se aprobaba o rechazaba la Constitución, el presidente Gabriel Boric tiene muy claro que el asunto tiene mucho recorrido aún. La piel de la ciudadanía atraviesa un estado de hipersensibilidad. Al mismo tiempo, si encuentra cómo manejar el asunto una vez definidos los resultados, Boric podría estar ante una oportunidad de oro: un win-win, suceda lo que suceda. Incluso aunque algunos lo llamen «merluzo», término que llegó a Chile tras una ácida crítica del periodista español Carlos Herrera.

«Lo importante para el presidente es terminar su gobierno con un nuevo texto, sin la Constitución de Pinochet», explicó aEL MUNDO Cristóbal Bellolio, académico de la escuela de gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Para lograr eso, Boric debe tranquilizar a dos flancos: a los que se oponen a la nueva Constitución desde la moderación y a los de su sector político que ansían enterrar el texto de 1980. Lograr un punto de encuentro entre ambos sectores sería la clave de bóveda para transitar sin excesivas turbulencias un mandato que lleva seis meses, pero que por lo intenso parecería haber comenzado hace dos años.

«¿Qué es lo que se espera de mí el 4 de septiembre? ¿Qué señales debo entregar a la ciudadanía?», se preguntó Boric en los últimos días según el periódico «La Tercera». La conclusión fue clara: el inquilino de La Moneda, el presidente más a la izquierda desde Salvador Allende en los ’70, necesita llamar a la unidad. Y dar pasos en ese sentido. Para entender cómo hacerlo y recibir consejos se reunió con el ex presidente Ricardo Lagos, que se convirtió en un influyente crítico de las formas del proceso que se está viviendo en el país.

De esas conversaciones salió el discurso que Boric comenzó ya a intensificar el mismo domingo, tras votar.

«Puedo garantizar que nuestra voluntad y acción, independientemente del resultado, será convocar a una amplia unidad nacional de todos los sectores, de las organizaciones sociales, de la sociedad civil, de los partidos políticos, queremos escuchar todas las voces para poder seguir adelante con este proceso. Ya sea para implementar el texto de la nueva Constitución, para lo cual hemos ya convocado a varios constitucionalistas, y diferentes personalidades de la sociedad civil, o para darle continuidad al proceso constituyente en caso de ganar la otra opción», aseguró.

«Las divisiones no nos hacen bien, y cuando nos unimos es cuando sale lo mejor de nosotros, de nuestra identidad», añadió el presidente, que en sus seis primeros meses de mandato se ha mostrado más como un socialdemócrata que como un apéndice controlado por el Partido Comunista, que era el temor esparcido por sus detractores. Desde esa relativa moderación, si Boric muestra pericia política podría salir ganando más allá del resultado del referéndum.

«El presidente es el que en los momentos complicados tras octubre de 2019 le dio luz verde a este proceso, es quien lo impulsó», recuerda Bellolio. «Y hoy está al frente de un gobierno que tiene una aprobación cercana al 30%: si lograra que más de un 50% aprobara una Constitución, sería su gran legado de gobierno».

Y si ganara el rechazo, Boric podría encontrar la manera de fortalecer a su gobierno, añade el politólogo.

«Tendrá la oportunidad de encabezar un nuevo proceso que no esté dominado por el octubrismo duro, por la izquierda más radical de la coalición de gobierno. Y generaría un cambio de fuerzas, el comunismo más duro perdería frente al socialismo democrático, que puede echarle en cara al comunismo que desperdició una oportunidad histórica. El gobierno se moderará, y eso ayudará a Boric».

La propuesta de Constitución es de las más extensas y detalladas del mundo, lo que ha generado críticas. Aquellos que la defienden argumentan que se necesita ese nivel de detalle para «blindar» un Chile que se aleje del neoliberalismo y refuerce su perfil social. Los más críticos insisten, en cambio, en que atenta contra la estabilidad y el desarrollo económicos que mostró Chile en las últimas décadas y lo encamina hacia el modelo venezolano.

Boric ya demostró no creer en los extremos e incluso tomarse muy en serio a sus críticos, como hizo con Herrera, que lo llamó «merluzo» tras el incidente del 11 de marzo con el rey Felipe VI. Aquella vez, el flamante presidente chileno erró en sus palabras y apareció culpando al rey del inicio tardío de su ceremonia de asunción, cuando el fallo había sido de los servicios de Protocolo locales.

«Merluzo» no era una palabra que conocieran los chilenos, pero la diatriba de Herrera la hizo popular. Lo explicó el propio Boric ante un grupo de jóvenes en agosto, en un análisis que refleja hacia dónde quiere ir.

«Llegaba aquí y una señora me gritaba merluzo, mamarracho. Y yo pensaba: esa señora cuando abre sus redes sociales, debe tener puras interacciones que le refuerzan esos mismos prejuicios y esa misma opinión. Y seguramente vota rechazo. Y también al revés, quienes apoyan hoy día al gobierno, seguramente en sus redes sociales les aparece una serie de interacciones en contra de otras personas y con muy poca autocrítica. Y eso está mal».